domingo, 7 de diciembre de 2014

Una vuelta en barco.

Entre sábanas sonaban nuestras risas, llenas de pasión y fuerza mientras la noche se hacía eterna. El calor nos hacia sudar, necesitar mas aire. Nos otorgaba inquietud y a la vez seguridad. El suave roce de mis dedos en tu pecho dejaba que tu cuerpo hablara solo, y las palabras estaban de más cuando todo se entiende con miradas. Dos segundos se posaron tus labios sobre mi hombro, dejando un leve sonido en el aire, como una campanada anunciando el inicio de algo nuevo. Mis ojos se cierran automáticamente embarcándonos en una marea alta, llena de movimiento y agitación, de gruñidos del mar, de fricción en las maderas. Una tormenta, que lejos de querer que acabe, el deseo mutuo de que continúe se palpa en el aire. Y esta no para, sólo se vuelve mas salvaje. No se cuanto duran las tormentas en alta mar, pero de esta perdimos la noción del tiempo... Y al llegar a tierra, sanos y salvos, con una nueva aventura que contar, observábamos la hora, con la duda de saber cuando volverá a zarpar el barco, de abandonar a un lado los  problemas, de olvidarte hasta de como se piensa y simplemente dejarte llevar por las olas, por la piel erizada, por el sonido de su voz.